En la Iglesia Católica, una virgen consagrada es una mujer que ha sido consagrada por la iglesia a una vida de virginidad perpetua como esposa de Cristo. Las vírgenes consagradas son consagradas por el obispo diocesano según el rito litúrgico aprobado.
Las vírgenes consagradas dedican su tiempo a las obras de penitencia y misericordia, a la actividad apostólica y a la oración, según su estado de vida y sus dones espirituales. Una virgen consagrada puede vivir como monja en alguna de las órdenes monásticas o "en el mundo" bajo la autoridad de su obispo, al servicio de la iglesia.[1]
El rito de consagración de vírgenes para mujeres que "viven en el mundo" se reintrodujo en 1970, bajo el papado de Pablo VI, a raíz del Concilio Vaticano II.[2][3] Se basa en la práctica de la velatio virginum que se remonta a la era apostólica, especialmente a las primeras vírgenes mártires. La consagración de vírgenes para las monjas que hicieron su profesión perpetua de votos perduró más allá de los tiempos en varias formas y sin interrupción en el otorgamiento.
El Código de Derecho Canónico de 1983 y la exhortación apostólica Vita Consecrata de 1996 del Papa Juan Pablo II hablan del resurgimiento de la Orden de las Vírgenes (Ordo Virginum), cuyos miembros representan una imagen de la iglesia como la esposa de Cristo.
Debido al creciente interés por la vocación y del 50.º aniversario de su institución formal, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica emitió la instrucción Ecclesia Sponsae Imago en julio de 2018.[4]